viernes, 9 de octubre de 2009

Maradona convocó al Barba pero lo mandó al banco



Otra polémica con Maradona: convocó al Barba pero lo mandó al banco "porque acá nadie la tiene que ir de salvador"



Diego Armando Maradona sumó un nuevo ingrediente a la dificilísima semana que atraviesa su gestión como entrenador de la selección nacional. El técnico citó finalmente al Barba, a quien días atrás le había pedido su ayuda para lograr la clasificación al Mundial de Sudáfrica, pero en el entrenamiento discutió duramente con él y terminó marginándolo al banco de suplentes.

"No me gustó su actitud de venir como si fuera el salvador del equipo. Acá las condiciones las pongo yo", contestó, cortante, el Diego cuando los periodistas le preguntaron el porqué de su decisión.

La práctica del seleccionado transcurría con normalidad, cuando para sorpresa de los periodistas y curiosos presentes en el complejo deportivo de Ezeiza, se oyó un estruendo y el cielo adquirió un tono violeta, minetras que un óvalo intensamente amarillo se abrió en las alturas y sobre una nube, flanqueado por ángeles que hacían sonar trompetas, descendió Jesús con pantalones cortos, botines y camiseta.

El increíble acontecimiento dejó extasiados a los jugadores y al resto de los testigos de la prodigiosa aparición, pero Maradona tenía un gesto de inocultable fastidio. Cuando el Hijo de Dios pisó el césped y el cielo adquirió su aspecto habitual, el DT miró su reloj y dijo: "Quince minutos tarde".

De inmediato, como ninguneando al recién llegado, habló al resto del equipo: "Muchachos, si no tienen ganas de jugarse por la camiseta argentina, me lo dicen ya y los tacho de la lista. Panqueques no quiero en la selección, sean hijos de quienes sean". Jesús, que era observado por los demás como esperando una reacción suya, simplemente dijo: "Siempre poned la otra mejilla".

Luego, los jugadores convocados se repartieron en dos bandos, que iniciaron un partido con tiempos de 30 minutos cada uno. En la primera jugada, Jesús tomó la pelota en la mitad de la cancha, y cuando los volantes adversarios buscaron barrerlo, comenzó a levitar y sorteó los hachazos. Ya en tres cuartos del campo de juego, atravesó como si fuera una brisa a dos defensores, y ante la salida del arquero levantó la pelota y la cabeceó de una manera prodigiosa, metiéndola en el ángulo superior derecho.

El público alabó el gol y los fotógrafos se agolparon para registrar el efusivo saludo de todos los jugadores al autor celestial, pero Maradona hizo sonar su silbato indicando que el juego quedaba interrumpido momentáneamente. "Barba, comilones no", le marcó, haciendo un gesto de "basta" con la mano. "A tocar, o rajeti", completó el DT.

Diez minutos después, una fuerte infracción terminó con Palermo retorciéndose en el suelo, y mostrando una fractura expuesta de tibia y peroné que sangraba profusamente. Los ayes de dolor del jugador de Boca estremecieron la mañana de Ezeiza. Entonces, abriéndose paso entre todos, Jesús se acercó, rozó la herida con su mano y ésta desapareció. Palermo, conmovido, lloraba mientras palpaba, incrédulo, su pierna sin un rasguño.

"Barba, vení un cachito", gritó Diego desde un lateral. Jesús se acercó, y se pudo oír el reproche del DT: "Fierita, no me sirve de nada que me sobreprotejas los jugadores. Si mi número 9 no se banca que lo crucen fuerte, prefiero que se quede en la casa mirando novelas. Yo en el '90 jugué con el tobillo repartido en pedazos entre la rodilla y el dedo gordo".

En la segunda parte, Jesús la recibió de Demichelis junto al área grande de su equipo, le tiró un caño a Higuaín, enfrentó a Di María y saltó sobre él haciendo girar la pelota sobre su hombro derecho, cayó al suelo y se hundió en él pasando por debajo de Jonás Gutiérrez, hizo una velocísima calesita para dejar pagando a Mascherano y Agüero, realizó un ademán con su mano y dejó petrificado a Schiavi, alzó la vista al cielo e hizo llover en donde estaba Monzón para que éste resbalara y cayera, dribleó a una velocidad increíble para superar a Otamendi y la cruzó abajo, a la izquierda de Andújar. Mientras se oía la ovación de todos, comenzó a multiplicar panes y peces para repartir entre el público.

Diego miró todo con una inquebrantable seriedad. Enseguida sacó de la cancha al goleador, y lo mandó al banco. "Yo salvadores no necesito", masculló el técnico, con los brazos cruzados sobre el pecho. Fue el único momento en que el reemplazado pareció perder su amor por el prójimo. "Pelé era más gente", dijo al pasar junto al entrenador y marcharse a los vestuarios.








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