miércoles, 2 de marzo de 2011

Literatura plomeriense

El Santo Gambeteador

En el 22 de Junio de 1986, algo sucedió. Algo que hizo que 29.999.500 argentinos vivieran el día más feliz de la historia en lo que a la pelota refiere.
Pero en 1986 el país tenía 30.000.000 de habitantes, no 29.999.500. Ese día, que para casi todos fue imborrable, para los restantes 500 argentinos, 500 hombres y mujeres de un pueblito perdido fue el día en donde su historia casi desaparece.
¿Pero que historia tenían estos 500 diferente a la del resto? Y no soy investigador, ni menos periodista, ni tampoco demasiado curioso. Yo conocí esta historia, la historia de estos quinientos de pura casualidad. O no se capaz que fue el destino. Quien sabe.
Y fue por que estaba desesperado, tenía que encontrar una solución a ese problema que me asechaba. Ese grave problema me tenia perdido, no podía hacer foco en mi vida, no me concentraba en el trabajo, como será, que hasta la que era mi novia me termino dejando. Ya no me aguantaba más. No se asusten, no fue una enfermedad terminal, ni tampoco graves problemas de guita. Lo que me pasaba era del corazón. El gran amor de mi vida estaba en las malas, y no fue por una mina. Mi gran amor es el club del cual son hincha fanático. Tuvo dos torneos malísimos y estaba por irse al descenso, y no era cualquier descenso, yo ya lo vi muchas veces descender y ascender. Este pequeño club es de la última categoría, y si descendía iba a ser desafiliado de la AFA. Estaba por caerse al vacío mismo. Y si eso pasaba para mi era la muerte. Seguir a ese equipo es que lo que mas me gusta en la vida, ir a la cancha, hablar de los partidos en la sede del club. ¿Donde iba a terminar en un liga barrial? Eso no debía pasar, mi equipo es demasiado grande como para terminar así humillado.
Y fue que decidí dejar de lado mis prejuicios y mi escepticismo y buscar una solución milagrosa. Pensé en rezar todas las noches, pero con los quilombos que la gente tiene, quilombos de verdad, el barba no le iba a dar bola a esta semejante pavada. Y se me ocurrió que debía buscar un santo adecuado para mi pedido, sea pagano o de cualquier religión, eso no importaba, pero debía ser un santo especial, un santo que pueda salvar a mi equipo de esa tragedia.
Un fin de semana totalmente decidido agarre el auto y salí sin rumbo fijo. Las rutas están llenas de santuarios y en alguno tenia que aparecer mi salvador. Pensé.
En la entrada de un pueblito, que parecía fantasma, había un santuario, no tenia botellas, ni pañuelos atados, pero estaba lleno de pelotas de futbol, viejas, nuevas, rotas, de cualquier tipo. Y miren que no era muy creyente, pero cuando vi eso sentí como algo especial. Frene y me acerque medio despacio, quería que esa sensación me durara un poco mas. Un cartel de chapa medio despintado que estaba clavado a un árbol, decía: “El Santo Gambetador patrono de nuestro pequeño pueblo”. Cuando leí eso me temblaron las piernas, ese era el santo que estaba buscando, un santo que recibe pelotas de ofrenda y le dicen “gambeteador” es el indicado para lograr mi milagro.
La calle principal que me llevó a la plaza del pueblo, estaba interrumpida por 6 postes pintados de rojo, que debían esquivarse haciendo zigzag. Era muy raro, pero tenia cierta lógica, uno entraba al pueblo como si los estuviera gambeteando.
La plaza era simple pero linda y estaba rodeada de una capilla y una casona vieja que funcionaba de palacio municipal. Al lado había un bar que era lo único que estaba abierto. Y claro eran las dos de la tarde, el pueblo estaba en pleno descanso. A mi la curiosidad y la ansiedad ya me estaban ganando, quería saber mas de ese santo de la gambeta. Y ahí nomás entre al bar a sacarme la duda con a los parroquianos. Había gente solo en un par de mesas, algunos jugaban al Chin Chon mientras tomaban su vermú. Me acerque al cantinero y le pregunte directamente. El hombre, de unos 60 años y de manos curtidas, me miro y sonrío. – Que cosa los porteños, nunca saben nada de lo que pasa en el interior- Me dijo medio en chiste y medio en serio. Y yo dándole la razón, le conteste: -Y vio como es la cosa, lo que no sale en la tele pareciera que no existe-
Me volvió a sonreír y me sirvió una copa y sin que yo le pidiera detalles, se dispuso a contarme la historia…
- Cuentan que allá por los tiempos en que el naciente país se debatía entre ser unitario o federal, ni tan lejos y ni tan cerca de la gran ciudad, vivió un gaucho, un ermitaño hombre de campo que pasaba sus días con sus animales y su guitarra. Un hombre, que vaya a saber uno, tal vez haya sido musa inspiradora de José Hernández.
Este hombre se llamaba Romualdo y su rancho estaba en donde esta hoy este pueblito de 500 habitantes
Romualdo pasaba sus días contemplando los amaneceres y los ocasos.
Hasta que un día su tranquilidad se interrumpió. Por el medio de su rancho debía pasar el ferrocarril, el avance tecnológico estaba acechando su sencilla, pero enormemente placentera vida.
Dicen que fue una mañana, al rato nomás de que cantara el gallo, que un grupo de hombres de traje y galera golpearon a su puerta. Eran funcionarios del gobierno, acompañados por ingenieros ingleses. Le dijeron, palabras más palabras menos, que tenia 2 días para desalojar el rancho, que el progreso no podía esperar y que la patria se lo iba a agradecer. Pero que nadie podía darle otro lugar en donde vivir.
El como era de esperar se negó rotundamente, pero uno de los hombres, de bigote tupido, le dijo que si no cumplía iba a tener que llamar a la fuerza pública.
Esa noche no durmió, no podía imaginarse en otro lugar que no sea en su rancho, no podía imaginarse mañana alguna tomando mate debajo de otro árbol que no sea su viejo ombú. Y fue nomás que la mañana volvió a aparecer. Y antes que el gallo cantara nuevamente, ya habían llegado varios carros llenos de rieles para empezar a trabajar. Dicen que estuvo a punto de desenvainar el facón y defender el rancho con su vida. Hasta que vio que los hombres sacaron de una bolsa una esfera de cuero de vaca, se dispusieron en dos bandos y la empezaron a patear. Un bando trataba de que el otro no se la pudiera robar. Romualdo con los ojos abiertos, como los de una lechuza, solo miraba.
Estos hombres eran de nacionalidad inglesa y habían venido para armar el tendido de las vías. Como la mismísima maquina de vapor que derivo en el ferrocarril, ese juego también había sido inventado por ellos.
Y ahí fue que viendo esto decidió enfrentarlos, pidió hablar con el jefe y les propuso un desafío: si el podía lograr que nadie le sacara esa esfera, el se quedaba en su rancho y si no, se iba y les dejaba el terreno libre. Dicen que todos rieron burlonamente. Y el jefe con una sonrisa irónica acepto. Las reglas eran: el debía esquivar pateando la esfera a 6 hombres y hacerla pasar entre dos árboles, el ultimo hombre era el único que podía agarrar la esfera con las manos. Si se la lograban robar o si no entraba entre los árboles, las vías pasarían por su rancho.
El muy seguro acepto las reglas. Los otros estaban tranquilos, 6 ingleses conocedores del juego nunca podían ser derrotados por un simple gaucho pampeano.
Cuentan que puso la esfera debajo de la suela de su bota y apenas sonó el tiro de inicio, la adelantó y antes de que le llegue al primer ingles, la punteo corriéndosela. Ya con el primero fuera de juego salió disparado a toda velocidad dándole patadas cortas. Al segundo, que lo esperaba agazapado, se la paso entre las piernas. El tercero se arrastro al suelo tratando sacársela, pero Romualdo con la esfera dominada sobre el empeine lo saltó por completo. Cuando levantó la mirada, vio al cuarto y al quinto que se le venían al humo, y ahí nomás se paró sobre la esfera y giró sobre ella, haciendo que los dos pasen de largo. Estaba a un paso, solo le quedaba el último. Lo miró fijo y antes de que el otro tratara de hacer algo, le movió la esfera y cuando lo estaba sobrepasando, la pateó suavemente, haciendo que entre despacio junto a uno de los árboles. El no sabia que lo que había hecho era un gol, pero salio a festejar esa hazaña de la misma manera en que ahora se gritan los goles. Los hombres de traje no lo podían creer. Se agarraban las cabezas, tiraban las galeras al piso. Los ingenieros perdieron su señorial postura inglesa y empezaron a insultar desaforados. Luego del grito de desahogo se les paro enfrente y mirándolos fijamente les dijo, que ya era hora de que dejaran en paz a su rancho, por que de la misma manera en que uso sus poderes mágicos para evitar que le sacaran la esfera de cuero. Los iba a usar para hacerles daño.
El jefe asombrado vio algo en sus ojos que lo hizo temblar y con la voz temerosa dio la orden de desalojar el lugar.
Luego de este hecho nadie volvió al lugar.
Y fue que un día Romualdo desapareció, nunca nadie supo más nada.
Esta es la historia de nuestro Santo Gambeteador, que también es la historia de nuestro pueblo. Este pueblo oficialmente se llama General Arteche, que fue un militar que secundó a Roca en la campaña del desierto. Pero que más, para nosotros este pueblo se llama Romualdo. Y mire como serán las cosas que hasta el cura lo termino aceptando, los anteriores no lo querían por que decían que era pagano, que el papado nunca aceptaría una historia así, que eso para La Iglesia son cosas de brujería. Pero este parece que entendió lo que significa para los que somos de acá, Romualdo “el Santo Gambeteador” es nuestro protector. Mucha gente se nos burlo, decían que éramos un pueblo de locos al creer en una historia tan fantasiosa. Pero que quiere que le diga, cada uno con sus cosas y para nosotros este gaucho es un santo.
Mientras el cantinero me contaba los ojos le brillaban, los otros parroquianos dejaron el Chin Chon por la mitad y mientras escuchaban asentaban con la cabeza. Y fue que uno me increpo. – Usted no será de esos de la televisión, que vienen a filmarnos y después nos hacen quedar como unos locos, de esos que parece que tienen buenas intenciones y después dicen que somos gente atrasada, que creemos en pavadas, que vivimos como si fuéramos ignorantes. Nosotros no creemos en platos voladores, nosotros creemos en un hombre que mágicamente gambeteo a 6 ingleses para defender su tierra y sus raíces. –
Tarde en responderle, tartamudeaba, todavía estaba sorprendido por la historia, pero también por la pasión con que esos hombres la contaban. Y ahí no más me di cuenta de que ellos me iban a entender. Que el milagro que buscaba no era una locura.
- No señores yo no soy de la televisión, yo acá vine a buscar un milagro y puede que parezca poco y hasta un poco superficial, pero lo que yo quiero es que su santo gambeteador, haga que mi equipo zafe del descenso.-
Los hombres me miraron y rieron cómplices. – ¿Ud. quiere un milagro futbolero?- Me pregunto uno.
– Si, si. - Conteste medio nervioso.
- Tranquilo amigo, tranquilo. Si yo le pregunto. ¿Cual fue la hazaña futbolera más grande en la historia? ¿Ud. que me contestaría?
- El gol de Diego a los ingleses, es obvio. ¿Pero que tiene que ver con esto?
- Ud. lo dijo amigo. Ahora siéntese y tómese otra copa. Que le cuento.
El 22 de Junio de 1986, el día en el que el país entero gozo con “el mejor gol de la historia”, nosotros los 500 argentinos restantes padecimos como nunca, ni cuando esa sequía mortal que nos dejo sin cosecha y nos mató todas las vacas de sed, ni cuando el tren dejo de pasar haciendo que quedemos aislados. Ni esas calamidades que tuvimos que vivir se comparan a lo que sufrimos ese 22 de junio. ¿Y sabe por que? Por que ese día apareció otro hombre, también decidido gambetear ingleses. Ese día la hazaña mágica en la cual todos habíamos creído, la hazaña que se fue transmitiendo de generación en generación, estaba por dejar de tener sentido.
Sabe Ud. según dicen lo estudiosos si un mito muere, muere la sociedad que creía en el. Y sabemos que estamos en la modernidad, que hay avances tecnológicos, pero para nosotros este mito, la leyenda del gaucho que gambeteo a los 6 ingleses es fundacional para nuestro pueblo. Nosotros creemos en esto desde hace mas de 100 años. La leyenda estaba antes de que aparezca el pueblo, es parte de esta tierra.
Y no sabe lo que se siente que esa hazaña misteriosa y mágica, que marco nuestras vidas para siempre sea igualada por un simple mortal. Que ese hecho inexplicable se convierta en un simple hecho mundano. ¿Lo sabe?
Yo no atine a decir nada, solo mire a los hombres y me termine el vaso de un sorbo.
- Ese día nos juntamos en este mismo bar para ver ese partido y como bien argentinos queríamos que la selección ganara. - Continuó el hombre.
Y fue cuando ese retacón de rulos con el numero 10 en la espalda empezó a gambetear ingleses. Paso al primero, al segundo y cuando iba por el tercero ya todos cambiamos nuestra cara de alegría por una de terror. No podía ser, ese tipo, talentoso sin duda, pero de carne y hueso, normal y sin ningún poder sobrenatural estaba por igualar a nuestro héroe mítico. Estaba por desacreditar nuestra historia. Y fue cuando estaba por pasar al quinto que uno desesperado grito: ¡que no sean más de cinco por favor! Que destino traicionero, pensamos. Nada pudo evitar que ese tipo eluda al sexto y mande la pelota entre los palos. Igualito a lo que hizo nuestro Gaucho. Ya estaba, ya no tenía sentido seguir creyendo en esta leyenda, cuando un simple hombre la había igualado.
No sabe, seguro que no lo sabe. Esos instantes fueron de desolación.
Argentina había eliminado a Inglaterra, Maradona había hecho el gol más lindo de la historia. Pero para nosotros nos había quitado nuestra historia. Mire lo importante que es acá, que un hombre entró al bar medio nervioso, decía que el intendente tenía decidido sacar todo lo relacionado a Romualdo, que ya era de gusto tener esas cosas.
Y mire que acá a este bar vienen hombres duros, hombres curtidos por el trabajo de campo, hombres que esa tarde yo vi lagrimear. Apagamos el televisor seguir viendo eso era como escarbar un puñal en nuestra ya herida de muerte.
Ese día fue el más triste de nuestras vidas. El pueblo estaba mas silencioso que un domingo a la siesta, no se escuchaba la radio, no se prendía los televisores. Y para que, todos iban a estar comentando lo que hizo Maradona.
Y fue que al otro día, llego el diario, nadie lo quería mirar, todo remitía a ese maldito gol. Pero parece que algún corajudo lo ojeo. Y descubrió algo que hizo nos volviera la alegría. En la página 20, había una entrevista a Maradona. ¿Y sabe que dijo Diego? Dijo: “Esto es lo más lindo que me paso en la vida, esto es un milagro del santo gambeteador, antes de venir a México, le lleve una camiseta mía de ofrenda, para que me cumpla el sueño de ser campeón del Mundo. Y ya empezó a lograrlo.”
Por eso para nosotros el 22 de Junio de 1986 fue el día más triste que nos toco vivir, pero el 23 de junio, sin dudas, fue el día más feliz de todo nuestra historia.
¿Ud., venia por un milagro futbolero? ¿No? Bueno dio con el santo indicado, el nuestro hizo el más grande milagro futbolero que haya existido.
A la semana volví al pueblo, pero esta vez con una camiseta de mi club, una camiseta de cuando era pibe. La deje en el santuario y le pedí a Romualdo por mi milagro.
Mi club al final zafó, raspando, pero zafó. La gente del club dice que fue por los buenos jugadores que trajeron. Pero yo y otros 500 sabemos que fue otro milagro futbolero del Santo Gambeteador.

FIN

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